domingo, 30 de mayo de 2010

EL HUESO

Cállate, Cállate, cállate, cállate, cállate, cállate, cállate, cállate!!



No te soporto!



No te aguanto!



Ándate, ándate, ándate!



Los gritos retumban en su cabeza, como un eco interminable, llorar para que, nadie se daría cuenta, si pudiera detener el tiempo en ese otro momento, donde nadie gritaba y él podía jugar.



Hace unos meses alguien lo vio en la estación Caballito, delgado o transparente, casi invisible, simpático hasta la hipocresía, entrador por necesidad, comiendo salteado como de costumbre, solo, por convicción o por conveniencia que es lo mismo, construyendo una vida o una muerte casi previsible.



Historia sin fin del hambre y la violencia de los que cada vez tienen menos, golpeados permanentemente, ellos golpean a sus hijos, a la mujer o con alcohol acallan el dolor de no ser.



Como un cachorro perdido, sin que nadie lo reclame, ni pida rescate, vagabundea, enfrente de nuestras narices, mientras discutimos el modelo de país, o el destino de la economía, o tanta mierda que vemos a cotidiano,



El hueso puede tener 8 o 10 años, hijo de la pobreza, de la exclusión, pero más hijo de la injusticia, del egoísmo, de la cobardía, de la miseria humana de los que usurpan el poder en su beneficio.



El Hueso sueña con que nadie le grite o le pegue, con comer todos los días y dormir en una cama con colchón.



El Hueso es morocho, pelo oscuro como sus ojos, pícaro y extrovertido, es lo que se diría un hijo del país y tal vez ese sea su mayor pecado.

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